El alma, ese aliento vital que nos da vida…

Es la esencia espiritual a través de la cual manifestamos nuestro ser.

El alma, ese aliento vital que nos da vida, es la esencia espiritual a través de la cual manifestamos nuestro ser. Comparte una composición similar al espíritu humano, aunque con diferentes funciones. Podríamos decir que es el sostén de la vida misma.

El ser humano, en su totalidad, es espíritu y, al activarse la consciencia de la vida en él, se convierte en alma viviente. Este despertar de la consciencia activa el diseño original por el cual llegamos al plano físico, o la tercera dimensión.

El alma, por sí sola, no puede operar. Su funcionamiento depende de su integración con el espíritu, la mente, el corazón y el cuerpo. Somos un todo manifestado a través de un cuerpo físico, una mente inteligente y un corazón que resguarda información primigenia. Comprender cómo operamos es fundamental para sanar el alma y restaurar nuestra unidad interior.

El alma tiene la capacidad de fragmentarse, y en cada uno de esos fragmentos reside información esencial de nuestro diseño. Aunque frágil, el alma es también poderosa. Durante el proceso de desarrollo y crecimiento, puede experimentar situaciones que alteran su diseño original, lo que impide su pleno desarrollo en el plano físico.

A medida que alcanzamos mayor comprensión y madurez, accedemos a la información almacenada en el alma. Sin embargo, aquello que no sabemos manejar puede volverse una espada de doble filo. En la vida existen dos polos: si algo existe en lo físico, también tiene su contraparte en lo espiritual. De este modo, al desconocer ciertas verdades, el alma queda vulnerable a ser fragmentada o prisionera.

Es común ver a personas cuya alma está cautiva, lo que les impide conectarse con lo divino. Al mismo tiempo, fuerzas espirituales parecen mantener cerradas las puertas de su libertad. Sin embargo, hay una solución: la liberación tanto de presos como de cautivos del alma.

Todos tenemos «prisiones» en nuestro interior, lugares donde guardamos fragmentos de nuestra alma que esperan ser liberados. A menudo, convertimos nuestra alma en una cárcel donde retenemos a personas o situaciones que no hemos podido soltar. Estas prisiones emocionales nos convierten en esclavos de nosotros mismos.

El desafío está en identificar si somos los cautivos o los carceleros. Ambos estados requieren liberación y restauración. En el proceso de sanación integral, nuestro cuerpo también siente y expresa lo que sucede a nivel espiritual, emocional y mental. Es crucial permitir que el cuerpo procese esta sanación, ya que al salir de las prisiones del alma podemos experimentar una mezcla de emociones, algunas placenteras y otras dolorosas, pero todas necesarias para el bienestar del ser.

Cuando una situación se repite en nuestras vidas, puede ser una señal de que existe una prisión en el alma. La falta de perdón es una de las cárceles más comunes, donde retenemos a quienes nos han herido. Estas prisiones pueden existir en diferentes dimensiones del alma, ocultas en lo profundo de nuestro ser.

Existen tres lugares clave donde el alma puede quedar atrapada: lo oculto, lo profundo y las tinieblas. Cada uno de ellos requiere un proceso específico de sanación. A medida que desarrollamos el don de sanar, adquirimos sabiduría para ver con mayor claridad estas áreas y liberarlas.

El verdadero desafío es abrirnos a esa sabiduría interior, capaz de comprender lo que nuestra mente aún no alcanza a entender.

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